Acabo de leer que diez de los comisionados de la investigación del 11 de septiembre han creado un grupo de análisis e investigación para conocer el grado de cumplimiento de las medidas propuestas en su informe, que es un número uno en ventas en librerías.
Me encanta la idea, sobre todo, si comparamos esta comisión con otras conocidas en España. Pienso en el verano del «tamayazo» de la Comunidad de Madrid. Los portavoces se detenían en minucias y olvidaban lo fundamental. El informe sobre el escándalo del 3% en Cataluña se ha limitado a exigir más transparencia: ¡qué menos!
Todavía más patético es el borrador de comisión del 11M. Ya nos hemos olvidado de que fue el peor atentado de la historia de España. De las manifestaciones. De los votantes. De la opinión pública.
El Partido Popular se niega a firmar el documento, porque está predeterminado por el PSOE y otros partidos de la cuerda. Hace bien. No obstante, si ellos estuvieran en la misma situación también lo haría.
Ahí es donde radica mi admiración por la sociedad civil estadounidense. Este grupo de comisionados no son paniguados. No deben sus ingresos a una posición en una lista cerrada. No tienen que justificar su sueldo. El grupo de comisionados ha decidido defender su informe, lejos de preguntar a su partido si deben o no. Claro, no son miembros activos. Son simpatizantes, que NO PASA NADA.
Pero una cosa es simpatizar y otra bien distinta es militar con la bandera por delante.
Se admiten apuestas: no saldrá un informe equilibrado, con objetivos, contenidos y acciones. Se limitarán a bonitas cuestiones retóricas que se las llevará el viento. ¡Qué lástima! No quiero pensar que tenemos lo que nos merecemos.
