La crisis general de confianza social ante las instituciones es un asunto recurrente en la gestión de las compañías. Nadie cree en nadie y, menos aún, en empresas que tengan algún impacto en la realidad económica, medioambiental o de otra naturaleza.
En los índices y estudios de opinión, se mide la percepción de estabilidad, buen gobierno, compromiso con el entorno y otros indicadores que influyen en la administración de las empresas, en su relación con el regulador, en la visión que tiene el cliente y en otros factores de mercado. Esto afecta a la cuenta de resultados se traduce en inputs cuantificables a la hora de crear o destruir valor. Por este motivo, la recuperación de la confianza encaja en la misión del primer directivo, no se puede delegar y no se puede transferir hacia áreas de segundo nivel. La tarea afecta tanto a las empresas privadas, sean cotizadas, familiares o de otra naturaleza, como a las públicas, como infraestructuras o sanidad.
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